domingo, 30 de junio de 2013

La figura de Celso Arévalo Carretero (1885-1944)

Texto de la página Web “Los biólogos españoles” del profesor Francisco Teixidó Gómez. 

El profesor Celso Arévalo Carretero
“El 6 de abril de 1885, nacía en la localidad berciana de Ponferrada, uno de los más firmes impulsores pioneros de la ciencia ecológica hispana: Celso Arévalo Carretero.
Arévalo decide estudiar la carrera de Ciencias Naturales y, en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, se licencia en 1903 y se doctora un año después con una tesis titulada: Estudio de la Resistencia Eléctrica en los Cristales. Hombre de sólidos saberes conoce, además del francés y del italiano, la principal lengua científica de la época, el alemán.
Ingresó en 1902 en la Sociedad Española de Historia Natural con una vocación más geológica que de biólogo y así, sus primeras publicaciones y su tesis doctoral, ya citada, tuvieron una clara orientación geológica: son trabajos de petrografía y cristalografía. No obstante, la dirección científica de Celso Arévalo viró muy pronto hacia la biología.
En efecto, dos veces pensionado por el Gobierno, dirigió sus primeros intereses postdoctorales hacia la Estación de Biología Marina de Santander, donde permaneció alrededor de un año. Fruto de su labor en el centro santanderino son dos trabajos, publicados en 1906 por la Real Sociedad Española de Historia Natural, sobre los hidrozoos de la Estación cántabra y otro sobre investigaciones ópticas acerca de las espículas de esponjas españolas.
Desde 1906 ejerció el cargo de “auxiliar de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza”, en la que organizó los laboratorios de Ciencias Naturales y desempeñó durante tres años los cursos prácticos de las cátedras de Ciencias Naturales del preparatorio de la Facultad de Ciencias y de Cristalografía. Ingresó en la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales que poco antes había fundado el jesuita catalán Longinos Navas (1858-1938).
Buscando la estabilidad económica, optó por la enseñanza secundaria. Esto le llevó a opositar cuatro veces, con éxito en todos los casos: en 1909 obtuvo la cátedra de Ciencias Naturales del Instituto de Mahón, un año después pasó al Instituto de Salamanca, en 1912 obtuvo la cátedra de Historia Natural y Fisiología e Higiene en el Instituto General y Técnico de Valencia y en 1918 consiguió la del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.

En Valencia, en octubre de 1913, crea la sección correspondiente de la Real Sociedad Española de Historia Natural y a la misma se adhieren naturalistas aficionados y estudiantes de Ciencias como el ex-alumno de Arévalo y futuro catedrático de bachillerato y de la Universidad española: Salustio Alvarado (1897-1981).
La ciudad del Turia, con el marco incomparable de La Albufera, fue un acicate que hizo que Celso Arévalo creara en 1912, en el Instituto General y Técnico de Valencia, el Laboratorio de Hidrobiología Española. El Laboratorio, que carecía de cualquier tipo de ayuda, fuera económica o de personal, se creaba, con material que aportaba el nuevo profesor, en las dependencias del Instituto de Valencia y con dinero que se retraía de los presupuestos del centro de enseñanza. No obstante, el laboratorio hidrobiológico funcionaba, tal como decía su director, como entidad independiente pero “al calor de la cátedra de Historia Natural”. Fue reconocido como institución oficial mediante una Real Orden de octubre de 1917.
Arévalo comparte su faena investigadora con la docente y con la creación de obras para sus estudiantes. No obstante, la hidrobiología es una guía permanente del joven profesor: aparecen anotaciones sobre esta disciplina en sus textos de Geología (1912) y Biología (1914) para los estudiantes de bachillerato. El primero de ellos, como por otra parte la mayoría de sus obras de carácter didáctico, tuvo una gran difusión en su época.
La primera guerra mundial hizo que algunos investigadores extranjeros recalaran en el Laboratorio valenciano: el ictiólogo Alfonso Gandolfi, el malacólogo Fritz Haas y el especialista en ácaros acuáticos Karl Viets. Los tres escribieron artículos en los Anales del Instituto valenciano. Además, Karl Viets mantuvo una buena relación científica con Celso Arévalo: en 1918 dedicó al catedrático una especie de ácaro acuático, al que denominó Limnesia arevaloi y, en 1930, reseñó elogiosamente el libro de Arévalo, la vida en las aguas dulces, en los importantes Archiv für Hydrobiologie.

Celso Arévalo de excursión con alumnos del
Instituto Cardenal Cisneros de Madrid
En 1918 Celso Arévalo oposita con éxito a la cátedra de Historia Natural del Instituto madrileño Cardenal Cisneros. La importante labor que había realizado en Valencia no podía caer en saco roto. Así, en la capital de España, consigue que el Laboratorio valenciano sea incorporado a la Sección de Hidrobiología, creada por él en la sede del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Arévalo es nombrado Jefe de la citada Sección y Luis Pardo (1897-1958), su discípulo, queda controlando el centro levantino de una manera honorífica, ya que, en un primer momento, no recibe retribución alguna.

Las desavenencias de Celso Arévalo con los miembros del Museo hicieron que dimitiera de su cargo de Jefe del Laboratorio de Hidrobiología a finales de 1931, fecha que marca el punto final de la labor hidrobiológica realizada por el catedrático de Bachillerato.
Sus trabajos limnológicos, aunque con menos medios que en Valencia, continúan: realiza estudios hidrobiológicos de parajes dulceacuícolas como la laguna de Uña (Cuenca), la de La Janda (Cádiz), ciertos ecosistemas de Madrid y alrededores (el estanque del Retiro, el mar de Ontígola en Aranjuez y la laguna de Peñalara en la sierra de Guadarrama), en el lago de Carucedo en León etc.; fruto de ellos son diversas publicaciones en la revista de la Real Sociedad Española de Historia Natural.
Creo necesario resaltar que la publicación, de 1923, titulada: “Algunas consideraciones sobre la variación temporal del plankton en aguas de Madrid” ha sido considerada muy significativa en el ámbito científico español. En 1925, Celso Arévalo fue nombrado miembro de una comisión interministerial creada para estudiar la legislación pesquera, dos años después fue el delegado del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en el congreso limnológico internacional a celebrar en Roma y en 1928 fue elegido consejero del Consejo Superior de Pesca y Caza.
En 1929 la editorial Labor publica su obra más significativa, auténtico resumen de su labor investigadora en el campo de la limnología: La vida en las aguas dulces. Con una finalidad claramente didáctica, esta obra de divulgación científica fue un destacado intento de despertar el interés hacia estos estudios ecológicos. A mi juicio, Arévalo fue uno de los primeros impulsores de los conocimientos de historiografía científica, en los aspectos dedicados a la historia natural, en España.
El 20 de abril de 1934 se funda la Asociación Nacional de Historiadores de la Ciencia Española y con el número 13 de la misma figura Arévalo. A partir de este año todas las publicaciones de Arévalo son de historia de la ciencia y entre ellas destaca un precioso librito de divulgación titulado La Historia Natural en España.
En fin, si analizamos la bibliografía de Celso Arévalo podemos sacar las siguientes conclusiones:
a) La mayor parte de los trabajos son de biología, en sus aspectos zoológicos, botánicos, hidrobiológicos, etc.; b) Sus publicaciones de asunto geológico forman parte de la primera época de su vida científica; c) Los trabajos monográficos de Arévalo aparecen, en su mayoría, en revistas relacionadas con la Real Sociedad Española de Historia Natural; d) Su labor hidrobiológica puede darse por concluida en 1930; e) Entre sus obras merecen un lugar destacado las de divulgación científica; f) Sus últimas publicaciones son de historia de la ciencia.
Después de la guerra civil fue director del Instituto Cardenal Cisneros. Falleció en noviembre de 1944.”

Para saber más sobre el profesor Celso Arévalo utiliza los siguientes enlaces: A, B, C, D, E, F, G, H, I, J

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